¿Qué Enseñanzas Chamánicas nos deja el Grupo de Guayaquil? (Parte I)
Reflexión personal y académica
Adrián Guerra
8/4/20244 min read


Hasta hace unos meses, jamás me hubiera imaginado recabando “enseñanzas chamánicas” en el afamado Grupo de Guayaquil, colectivo de escritores guayaquileños, esmeraldeños y lojanos, que publicaron cuentos, novelas y obras de teatro principalmente realistas, y siempre vinculadas con la lucha y el compromiso social.
Pero dándome el tiempo de repasar algunas de estas obras, topé con una dicotomía que tarde o temprano todos los allegados a la cultura psicodélica debemos afrontar: el anhelo de utopía vs. la realidad de opresión social.
Para esta primera parte, tomaré como referencia la primera novela del gran Demetrio Aguilera Malta (1909-1981), Don Goyo (1933), cuyo protagonista, que “tendría unos ciento cuarenta o ciento cincuenta años, como él mismo decía”, era reconocido por el resto de mangleros como “una especie de semidiós”, o según ciertos estudiosos como un “superhombre”, o “superyó” del manglar.
Y es que, Don Goyo lleva en sí el hondo legado de cosmovivencia ancestral y el anhelo de fraternidad entre los seres humanos y la naturaleza (lo que ha dado pie a la escritura de ensayos como Don Goyo y el Sumak Kawsay). Leamos, por ejemplo, el siguiente intento de Don Goyo de motivar al resto de sus compañeros a renunciar a la deforestación del manglar:
Cuando llegaron, don Goyo los esperaba en la orilla. Y don Goyo, con voz temblorosa y triste, les habló:
-¡No podemoj cortar máj mangle!
Hubo en todos un movimiento de protesta. Desconcertados, se miraron. Tratando de entender. Después, en muda interrogación, se volvieron al viejo taciturno.
Don Goyo trató de explicar:
-¡Los manglej son como nonostroj mejmoj!
Si, ·aunque todos ellos lo dudaran. Los pobres mangles veían, oían, hablaban y sentían. Cada hachazo les hacía palidecer de dolor como a cualquier hombre. Se quejaban. Protestaban. Hubieran deseado emprender una loca huida. Pero estaban maniatados a las islas. Y, además, su lenguaje no era comprendido por los mangleros.
-Los mangles son como nosotroj mejmoj ...
Él -don Goyo- lo había sabido claramente la noche pasada. Se lo había dicho el mangle más viejo de las islas. Habían conversado largo rato […] Y le había pedido casi llorando que no cortaran más mangle
[…]
Don Goyo acababa su charla:
- ...Ya lo vieron ustede. Tenemoj que pescar o marisquear. Cortar mangle, nunca máj. Ej como si noj cortáramoj nosotroj mejmoj. Además. Odio ar blanco. Guerra ar blanco mardito y tragón, que todo se lo lleva. Los blancos son como la llena. Poco a poco van metiendo su millón de lenguas hambrientas entre las ñangas, entre las islas. Hasta hacerlas desaparecer. Argún día desapareceremoj nosotroj mejmoj ...
Como se puede ver, esta advertencia provenía originalmente del “mangle más viejo de las islas”, del cual Don Goyo era su alter-ego, o doble espiritual, según se desvela cuando Don Goyo y el Abuelo mangle mueren, tras ver cómo sus luchas eran abandonadas por el resto de mangleros, quienes, aun pese a haberlo intentado, no dejaron atrás su estilo de vida basado en la deforestación, y más bien, fueron convencidos por el Blanco, quien los captó, engañó, y los estafó:
Al doblar un mogotito, cerca del Pozudo, vieron que el mangle más viejo de las islas había caído sobre el estero. Sus ramazones gigantescas estaban hundidas en el agua. Sus raíces, desarticuladas, rotas, sanguinolentas, salían del fango, en ímpetus de marcha. Sordo mugir de la corriente detenida, ululaba en los alrededores. Se formaban una especie de revesas pequeñitas en el cruzar de las varengas caídas.
[…]
Cuando, de pronto. Con un acento indefinible. Todo rabia y dolor. Que les hizo estremecer. La voz de don Leitón:
-¡Mardita sea!
Atónitos, extáticos, se volvieron:
-¡Qué!...
-¡Don Goyo! ...
No tuvo que enseñar. Lo hallaron al instante.
Estaba sumergido en el agua. Totalmente desnudo. Prendido de las ramas vigorosas del mangle caído. Tenía los ojos abiertos. La boca iluminada por una extraña risa que imponía. Los músculos se habían esponjado. El cuerpo daba una impresión rotunda de fuerza y lozanía. Prieto, rugoso, formidable, parecía confundirse con la carne del colosal habitante de las islas.
-¡Don Goyo!. ..
Sin embargo, y si bien Don Goyo, símbolo arquetípico del Sumak Kawsay (Buen Vivir), no vive ya más entre nosotros, su mensaje de fraternidad no nos ha abandonado. Como veremos, bajo la aparición de un tiburón, encarnación espiritual del mangle, don Goyo emana valor, apareciendo en ensueños o visiones, recordándonos la necesidad de defender el mangle:
Allá, en el centro del río, estaba don Goyo. Parecía abofetear la negrura de la noche. Se deslizaba sobre el agua como sobre tierra firme. Tenía un aspecto de fortaleza que nunca se le viera. Iba rodeado de tiburones y catanudos, que parecían rodearlo sumisamente, hilvanando alfombras de espuma a su paso. Estaba completamente desnudo. Reía con una extraña risa triunfal.
Los quedó mirando breves instantes. Levantó la mano derecha. Les hizo un breve signo de adiós. Y empezó a nadar. Iba pausadamente. Con una majestad que imponía. Tras él -en cardumen- los cuerpos oscuros de los monstruos marinos.
Cusumbo tartamudeó:
-¿Taremoj soñando?
-Tarvé...
Postdata:
I. Hay varias otras enseñanzas en esta obra relativas a traumas y/o padecimientos por los que tal vez debamos atravesar como habitantes de una sociedad tan malherida como la ecuatoriana, c.p.ej: rabia social, machismo, alcoholismo (entre otras formas de evasión), y el sexo por despecho, etc. Todas estas situaciones -excepto el machismo- fueron sanadas por la bendición de Don Goyo, quien, además de todo lo que hemos narrado de él (¿hace falta decirlo?), era un talentoso curandero y un excepcional padre.
II. De 1969 a 2006, Ecuador había perdido el 27,6% de todo su ecosistema de manglar, sin embargo, con las nuevas leyes y programas de reforestación, este ecosistema está vivenciando una recuperación.