Llorando en el Cine y Sanando Heridas de la Infancia (Lista de 10 Obras Recomendadas)

Reflexión personal inspirada en El Recuerdo de Marnie

Adrián Guerra, Verónica Oquendo, Camila Rodriguez

7/6/20244 min read

¿Les ha sucedido que una misma película les resuena emocionalmente de manera muy distinta dependiendo de la época en la vean? Sin duda alguna, esto me sucedió con El Recuerdo de Marnie (2014), producción animada de Studio Ghibli. Y no solo porque hoy tengo 10 años más que cuando fue estrenada, sino porque fui con una intención terapéutica específica: sanar heridas de la infancia. 

Y ahora, voy a explicarles por qué esta película puede resultar de ayuda....

En primer lugar, la niña Anna Sasaki, de 12 años, protagonista de la película, es llevada al campo, tras pasar por una temporada de depresión infantil, y un lastimero sentido de la vergüenza, hasta el punto de ni siquiera poder socializar con sus compañeras de clase, y mucho menos ser capaz de pensar en algo así como un "novio".  ¿Quién no se ha sentido así? Si hemos tenido alguna experiencia de esa naturaleza, de seguro nos identificaremos con Anna, vivenciando asimismo un torbellino de oxitocina ("la hormona del amor"), en virtud de los cálidos chispazos de magia musical con que nos regala el soundtrack.

Ya en Hokkaido, yendo a vivir con unos familiares de su tía (Anna pasó a vivir con ella, luego de que sus padres murieran),sigue sumergida en su estado de profunda depresión y desconexión, pese a los paisajes maravillosos, hasta que de repente... ¿De repente?

Ocurre algo que podríamos llamar psicodélico (psychē= alma; dēloun=revelar), en su faceta tanto ancestral, como psicológica... ¿y qué es lo que ocurre?

Un contacto con una deslumbrante niña de nombre Marnie, quien parecía una especie de visión, espíritu o fantasma, viviendo al otro lado del lago, en una mansión.  Esta niña, como ninguna otra, dota a la doliente Anna de una incondicional amistad (e incluso de una presencia terapéutica), brindándole ánimos para remar, bailar, tratar con personas elegantes, y algunas otras cosas que ella jamás se hubiera atrevido a hacer por cuenta propia.  En particular, estas escenas de los bailes me trajeron a la memoria ciertas visiones enteogénicas, en las que me he encontrado en hermosos palacios, jubilosas celebraciones, mansiones abundantes de resplandor visionario.  Incluso el director de la película nos regala un pequeño guiño (o por lo menos yo lo interpreto así), en una toma en la que Marnie y Anna colectan juntas hongos en el bosque.  ¿Podrían acaso haber sido los famosos maitake (setas bailarinas) y waraitake (hongos de la risa), o eran meramente hongos comestibles?

Regresando a su vida cotidiana, Anna se siente ahora segura y lúcida, incluso retomando su capacidad de ser agradecida y empática con su prójimo, y hasta de tener una amiga de carne y hueso.  Mientras tanto, algo reprimido dentro de mí (aquí hablo de algo personal, mío), cierta desconfianza, cierta vergüenza, un desmerecimiento proveniente de esa fase de la vida, de esa transición de la niñez a la adolescencia, se empezó a sentir más fuerte, más capaz, más digno, más convencido de su capacidad de ser valioso.

Pero, en medio de todo eso, sorpresivamente, se produce un giro inesperado, en el que ahora es Marnie quien debe lidiar con sus propios traumas de la infancia, mientras Anna la acompaña con toda la tenacidad de su amor, desplegándose una serie de escenas simbólicas vibrantes, abarrotadas de flashbacks, que nos sumergen en el lenguaje de los sueños.  En medio de un conmovedor llanto, sobreviene la despedida entre Anna y Marnie.

No quiero arruinarles, queridos lectores y lectoras, el final de esta gratísima y emocional historia, pero sí es importante adelantarles que esta película nos enseña de una manera maravillosa sobre cómo nuestros ancestros nos acompañan siempre, nos abrazan, nos confortan, a fin de que ese niño herido o adolescente interno, deje de sentirse descarriado, inútil, abandonado. Es nuestro anhelo que tod@s podamos vivir esa sanación, ese descubrimiento de que tod@s nosotr@s (aunque hoy nos parezca imposible) podemos volvernos esa  presencia dulce, honesta, fuerte, hermosa, que pueda contribuir a que este mundo sea un lugar digno y armonioso para nuestra vida.

Anhelando que tod@s podamos realizar ese trabajo, procedemos a compartirles ahora 10 obras que nos resultarán útiles para sanar heridas de la infancia, siempre y cuando nos acerquemos a ellas con una sincera intención de autoconocimiento, sanación y/o desarrollo psicoespiritual. ¡Es nuestro deseo que las disfruten!

Lista de 10 Películas Recomendadas (y Temas Dominantes):

Big Hero, Disney (Resiliencia, Resolución de Conflictos, Héroe Interno)

Coco, Pixar (Sanación del Árbol Familiar)

Donde Viven los Monstruos, Warner Bros (Incomprensión, Rebeldía)

Enola Holmes, Legendary Pictures (Roles de Género, Autoestima, Superación de Conflictos)

El Viaje de Chihiro, Studio Ghibli (Superación del Miedo, Lucha por Preservar la Autenticidad)

La Canción del Mar, Cartoon Saloon (Pérdida y Duelo, Malas Relaciones Familiares)

Pinocho, Netflix (Sanación de la Relación con el Padre, Identidad)

Puente a Terabithia, Disney (Bullying, Descubrimiento de la Creatividad Interior)

Susurros del Corazón, Studio Ghibli (Reconectar con los Sueños de la Adolescencia)

Wonder, Lionsgate (Bullying, Empatía, Autoestima)